No sé si es un tema
generacional, de territorio o social pero hace unos meses una buena amiga me
comento que agradecía profundamente a Dios el haber llegado a vivir un lugar
-Suiza- donde lo que importa es tu ser, quien eres y cual es tu motivo de vida.
Me sentí muy feliz
por ella y desde ese momento no he dejado de pensar en la emoción que emanaba
de su voz al contarme.
¿Estamos condenados a
reconocer y recordar nuestro valor por lo que dicen o piensan los demás?
No me gusta pensar
que Suiza podría ser el único lugar en el mundo donde uno puede vivir pleno
siendo quien es...
El sábado pasado
conocí a Zazil Abraham, ella es de Mérida, Yucatán, y digo conocí porque he
leído y visto cada uno de sus post. Inmediatamente comencé a seguirla en todas
sus redes y a activar las notificaciones de lo que escribe y algo -que aún no conozco
muy bien- despertó en mi, al final de mi texto explico un poco el por qué.
Me impacto muchísimo
darme cuenta de que por mucho tiempo yo había estado equivocada respecto a
creer que, quienes vivimos en Monterrey estamos destinados a ser parte del
mismo cuento de siempre, de valorarnos por los bienes materiales que tenemos,
por la calidad de educación que tuvimos, por nuestra imagen, lo que llevamos puesto
y nuestro cuerpo. Sé que no es un tema nuevo pero, me di cuenta a través de las
personas que respondían a sus post que hay infinidad de personas que pensaban y/o
piensan como yo.
Qué importante
recordar que aceptarnos como somos es un tema personal y no de países
(territorio), cultura, dialecto, raza o estatus social y sé que muchos de
ustedes ya lo saben pero para mi ha significado una lucha constante.
Verme vulnerable ante
una crítica y no responder bien a ella me ha llevado a darme algunos descalabros
que más que físicos, son emocionales y han dejado algunas heridas.
Heridas que expuestas
o no están ahí y que al día de hoy no he sanado.
Y es que la fijación
en los hechos negativos puede llegar a ser adictiva y aunque la vida siempre
trata de recetarnos un equilibrio, siempre –en mi caso- llega primero el
recuerdo “negro”. Como aquella vez en que me dijeron: “te vez mal con ese collar…”,
darme cuenta de que le provocaba un “asco” por haber elegido el accesorio
equivocado para dicho evento o cuando me dijeron que parecía payasa porque yo
iba vestida con un overol de mezclilla… sí, ya era una payasa por ir vestida
así.
Etiquetas que
–inconscientemente- yo permití que me pusieran y definieran que era yo.
Y podría no ser nada
comparado con otra clase de críticas. He vivido muchas y todas distintas. Tengo
mucha tarea al respecto para permitirme aprender de ellas y no “engancharme”
con el tema de que constantemente me voy a equivocar.
Pero, ¿De qué se
trata la vida? De seguir a los demás. De ser un prototipo de lo que “esta bien”
y es normal. De encajar. De agradar. Esto último me ha llevado a vivir una
batalla interna estos últimos cuatro años en los que cuando siento que voy
ganando pasa algo que me recuerda que no, que aún me falta.
En qué momento
permitimos que una opinión nos afecte al grado de cambiar nuestra imagen…
algunos sabios opinan que esto sucede cuando no estamos conectados con nuestro
ser superior, ¡vaya!, si de por sí ya es complicado reconocernos y vivir
conscientes, ahora imaginemos estar completa, diaria y constantemente conectada
a mi.
Dichosos aquellos a los
que desde pequeños les enseñaron a creer en ellos y a darse el valor que
merecen por el simple hecho de estar vivos. Y esto sí es generacional, porque
los buenos hábitos vienen desde los bisabuelos, abuelos y padres.
Aprender a desprender nos va a ayudar a
eliminar esas creencias que por años nos han acompañado nublando un poco
nuestra vista hacia lo que es real.
Me asusta un poco
pensar en que solo tenemos una vida y el no saber cuando va a terminar y que
nosotros mismos podemos ser el arma perfecta para acabar con ella de la manera
mas dolorosa posible, poco a poco, despacio hasta el último suspiro.
Pienso que ya tenemos
bastante con la autocrítica y esa voz interna que a todo nos dice que no como
para permitir que alguien ajeno a nosotros llegue a querer tumbarnos.
Cuando escribo esto
me veo en el reflejo de la computadora y me reconozco. No hay otra como yo. No
soy la primera ni la única.
No soy la más, ni la
menos. No soy victima de nadie mas que de mi misma.
Necesito entender que
mis pensamientos me pueden ayudar a crecer o me pueden empujar a vivir una vida
triste, llena de amargura y principalmente: una vida que no es la mía.
Siempre he asegurado
que todo pasa por algo.
He conocido a muchas personas que con una palabra, con su trabajo o con su vida me han motivado.
He conocido a muchas personas que con una palabra, con su trabajo o con su vida me han motivado.
Necesitamos abrir los
ojos del cuerpo y del alma para ver que es genial como Dios nos envía las
respuestas a todo lo que le preguntamos y Zazil Abraham fue una de las tantas respuestas que Dios ha enviado para mi. No la esperaba, pero sí la necesitaba.
Necesitaba saber que
allá afuera existe alguien que decide día a día vivir plena. Alguien que decide
esforzarse por ser la mejor versión de sí misma. Alguien que se equivoca y
decide aprender. Alguien que reconoce y se re-conoce.
Alguien que es y está y que en su camino
existe tanto la luz como la obscuridad y que no teme hablar de ella. Alguien
que aprendió a chingazos a desnudar su alma y quitarse el peso de su espalda.
Alguien que lucha completa, con ella y con lo demás. Alguien que en lugar de perseguir
motivos los construye…
y porque te pareces a
quien “era yo” hace cuatro años. Siento alivio al pensar que sí lo era y que
puedo volver a hacer pero ahora renovada, integra, consciente y presente.
Donde estés, ¡Gracias
Zazil!
Twitter: @zazilabraham
facebook: https://www.facebook.com/ZazilAbrahamFP/?fref=ts
Instagram: "zazilabraham"
Twitter: @zazilabraham
facebook: https://www.facebook.com/ZazilAbrahamFP/?fref=ts
Instagram: "zazilabraham"